Escojale y Lea

viernes, 15 de noviembre de 2013

Servicios de Transporte Urbano II

Ya hace algún tiempo había escrito sobre el transporte urbano (sobre sus buenos usos y malos) pero aquí me dedicare a ver en trasfondo a sus consumidores: en este caso el humilde pueblo aquí ahí entro yo, el STU (para abreviarlo) en mi natal Oaxaca es muy pero muy “bueno” ya que te ayuda a bajar las piedras de los riñones, acomodarte el coxis, a prepararte para actor de escenas riesgosas cuando un transporte va en movimiento y sobre todo te enseña a ser muy paciente por si logra pasar moderadamente lleno de personas, aquí entra un punto extra por que te ahorran el favor de asaltarte en tu propio asiento; en pocas palabras muy bello el STU de mi ciudad natal.

En cambio en mi ciudad adoptiva (Xalapa) el STU es un poco más “modesto” ¿en qué razón? Este te ayuda a dormir profundamente y pasarte de tu parada, a guardar los tickets para enseñárselo al inspector de ruta (en mi caso si eres como yo: el que guarda un montón de basura en tu mochila, bolsas del pantalón o bolsa de la camisa estas en graves problemas) y ser apodado “el joven que lee un autor de apellido complejo” (Ibargüengoitia) es muy hermoso todo lo que sucede en los STU sobre todo ver a los pasajeros.

Al lector le dejo dar rienda suelta a su imaginación con lo que les voy a describir a continuación (las imágenes deben ser realistas y no tan fantasiosas):

Me encuentro esperando el camión desde hace 15 minutos, voy a llegar tarde a mi clase, son exactamente 14:34 y entro a las 15:00, el camión tarda 20 minutos en llegar al centro (que es donde está mi facultad) 35 minutos dependiendo del trafico, pasan por lo menos 3 camiones atiborrados de gente y se niegan a darme la parada, en mis labios se nota la frase –pinches culeros- al final pasa otro camión menos vacio, me subo, le enseño al conductor mi credencial para que me aplique el descuento, ya pagado deslizo mi mano por el pasamanos y llego hasta donde más puedo, veo por la ventanilla y cuento por los menos 6 patrullas de policías estatales, sigo viendo y me abstraigo viendo los demás automóviles, el camión frena bruscamente me agarro fuerte, volteo a ver suben dos señores y se ponen junto a mí, el camión sigue su marcha, pasa el puente “pípila” y se obscurece todo, cuando vuelve la luz del sol volteo para atrás y veo a una joven de hermosas facciones y hermosos ojos (desde mi punto de vista) cabello castaño, suéter azul y botas cafés, en la radio suena “me muero por conocerte” de Alex Ubago, se me queda viendo y yo a ella, según yo sonreí (o al menos mi cara sintió hacer eso).

Ella responde con una sonrisita tímida, estoy embelesado, así termina la avenida pípila y el camión dobla por la avenida 20 de noviembre, van pasando calles yo disimulando y de reojo la sigo viendo se me queda viendo y yo la veo, la misma sonrisita, entra la estrofa de la canción –Me muero por conocerte, saber qué es lo que piensas- la sigo viendo, parece que se detiene el tiempo, otro frenón, olvido de agarrarme y solo me agarro de una agarradera de una silla, la agarradera truena y se rompe, se levanta una mujer de aproximados 40 años, pelo casquete corto pintado de rojo, dos perforaciones, una en la ceja y otra en el labio, un tatuaje de leyenda “perdóname madrecita por mi vida loca” ,para acabar de rematar pasada de peso y con unas mallas blancas, me la quedo viendo con gran sorpresa porque creí que era un trasvesti y de mi boca: -perdóneme señor- se me queda viendo y con voz grave contesta: -pues soy mujer y soy señorita- lo que sigue conviene no contar puesto que no paso nada, la gente va bajando y se va quedando vacio el camión. Volteo a ver si sigue la muchacha que me atrajo y… ¡si! Ahí sigue, me acerco poco a poco y me preparo a hablarle, se hace un lado y me ofrece el asiento de alado, voy a proponerla platica y me besa, me quedo perplejo (por no decir pende…) la volteo a ver me sonríe me vuelve a besar, entonces frenon del camión me saca de mi fantasía y me encuentro sentado al lado de la “señorita” de mallas blancas, es mi parada, de un brinco dejo mi asiento y salgo y detrás de mí la muchacha de suéter azul, volteo a sonreírle, me sonríe y todo termina cuando un poste de luz se atraviesa en mi camino.

Verdad que es bueno viajar en STU… me hizo escribir esto.

Nota del autor y advertencia: la muchacha de suéter azul existe como por lo tanto también señorita de las mallas blancas, lo que le pasa al desdichado autor es pura imaginación... o no tanto.

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