Escojale y Lea

domingo, 30 de marzo de 2014

¡Qué raro amor!

Cuando la conocí fue el día que menos lo esperaba, me encontraba como todo los días en la librería, buscando uno que otro libro para mi biblioteca personal, había llegado a la sección de literatura mexicana y estaba ahí, parecía una de esas mujeres que se viste como es la moda actual, con un pensamiento de que este país todo se resuelve por medio de las armas; a mí me parecía chocante, brusca con sus pensamientos, altanera con los políticos, buscadora del sexo casual y estrictamente vegetariana. Nos miramos de reojo como quien ve a su peor enemigo y está a punto de sacar la pistola, naturalmente la ignore y me decidí ir a buscar algún libro de mi interés.

En esas estaba, cuando se puso a mi lado, haciendo una mímica grotescamente teatral de buscar libros, si estuviera en el examen de la UV de teatro; seguramente la hubieran corrido inmediatamente, como es natural seguí ignorándola, pase por la sección de Fuentes, de Paz, de Garro; deteniéndome en Hernández e Ibargüengoitia; podría sentir que me cazaba con su sola mirada, cuando más incomodo me sentía, más rápido pasaba los libros, tome dos libros y me fui a la sección de Teatro, ella me seguía con la mirada, trate de serenarme y seguí buscando más libros, cuando por fin termine con la sección de Teatro, rápidamente me seguí a la de Historia de México.

Me quede hojeando un libro, que curiosamente hablaba sobre las mujeres de Francisco Villa, cuando llego a mi lado y se me quedo viendo, yo voltee casi sudando por cómo me sentía y me sonrió:

-Hola- Dijo en un tono casi tanto orgásmico contenido tanto como en un tono de interés nostálgico.

Respondí el saludo, casi inexpresivo con tono nervioso, semi-pendejo, que la hizo sonrojarse de tal forma que creí era el frio que normalmente baja en Xalapa cuando uno menos se lo espera, me voltee para buscar otro libro, pero ya el destino me tenía preparado algo que ver con esta mujer.

-Tienes buenos gustos literarios- me dijo, conteniendo un suspiro como un gritito de emoción, controlado por su estomago; esta vez el que paso a sonrojarse fui yo, me atrevería decir que en estos tiempos es muy difícil encontrar que a una mujer le guste lo mismo que a ti en cuestiones literarias.

-Gracias- llegue a contestar cuando vi que de uno de los libros que había escogido se denotaba el apellido Ibargüengoitia, por lo que conteste rápidamente –tú igual tienes buenos gustos-

Los dos nos quedamos viendo directamente a los ojos.

-Me llamo Julia, mucho gusto- dándome su mano y de su boca salía un leve aroma a tabaco.

-Me llamo Vicente, mucho gusto- le di la mano y de mi boca salía el aroma a café con un toque de tabaco.

Este hecho basto para que los dos nos fuéramos muy contentos a pagar a la caja, cuando la cajera (que es conocida mía) nos dio los libros se me quedo viendo con cara picaresca, salimos al mismo tiempo a la calle, estaba a punto de irme para otra librería para buscar más libros.

-Oye Vincent ¿quieres ir al callejón por un café?

Al ver mi objetivo tan lejos y a Julia tan cerca decidí ir con ella por un café, aquí me di cuenta que con qué tipo de mujer era con la que había entablado una cierta conexión rápidamente rara, me conto de donde era, que estudiaba filosofía y letras, hizo que comprendiera que los hombres somos todos iguales y que lo único lo que importa en este país es la lucha de las clases sociales, me dijo que leyera a Marx y a Engels para que la comprendiera mejor, si lo no hice es porque me dio flojera.

-Sabes llega un momento en el que una se siente sola y quiere a alguien que la comprenda- se me quedo viendo como quien ve al San Antonio de Padua de cabeza, ¡le hizo el milagrito! yo por ser tan buena gente y sentirme también solo le comente lo mismo, hizo una especie de mueca que después sabría que era una sonrisa cariñosa y me beso. Bueno al menos empezaría con eso de que alguien pensara en mi y viceversa.

Desde el momento que había visto a Julia y intuí como era, debí haber salido corriendo de la librería, el primer disgusto que tuve con ella fue porque en su casa puse un libro Rodolfo Usigli junto a uno de Salvador Novo, solo alcance a oír que eso era una infamia, que eran enemigos y se murieron siendo enemigos, vaya justificación estúpida, la otra pelea fue porque su gato Boris me había arañado la mano y lo avente fuera del sillón; esta vez me acuso de maltrato animal. Pero la peor fue cuando los dos no fuimos a un bar cerca de mi facultad, ella tomo tanto pudo y tanto pudiera, salió en un tal estado que tuvimos que tomar un taxi para llegar a su casa, ahí estábamos los dos, ella ebria y yo cuidándola, llegamos a su departamento y entramos, ella fue a no sé qué cosa a su cuarto y yo me quede en la sala esperándola para no aburrirme puse un poco de música a volumen considerable para no despertar a los vecinos.

Al ver que no salía de su cuarto fui a ver que todo estuviera bien, cuando llego a la puerta y toco para no interrumpirla en algo que pudiera molestarle, me dice entre voz media sensual e intendible que yo pasara, vaya sorpresa me lleve al ver a Julia completamente desnuda en su cama y llamándome con el dedo, sabía que no estaba en sus cabales pero uno no piensa en eso cuando lo llama el deber, como un tigre brinque a la cama y le empecé a besar, me imagino que le gusto por que se retorcía de tanto gusto, cuando estaba a punto de quitarme el pantalón se oye que se abre la puerta del departamento y escucho una voz de mujer diciendo que ya había llegado.

-Mierda, mi mamá, se me olvido que venia de visita, rápido vístete- nunca había visto que a alguien se le bajara tan rápido una borrachera.

Estábamos vistiéndonos, cuando entra la mamá de Julia al cuarto nos ve apresurados vistiéndonos, y abrió tan grande la boca que lo único que pensé en ese momento fue: más vale aquí corrió que aquí murió, tome rápidamente mis cosas cuando vi que la señora ya venía con la escoba en posición de ataque, salí del apartamento y rece que pasara un taxi rápidamente, cuando paso uno y arranco vi por el espejo a la mamá sacando culebras de la boca.

No sé que la habrán dicho a Julia porque jamás la volví a ver y yo jamás me volví a acercar a su casa; pero sé que se fue de la cuidad, lo único que me dolió de su partida fue que se llevo tres libros míos y una cajetilla de cigarros que recién había comprado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Vicente, me gusto tu historia y me entretuvo un buen rato jajaja me queda la duda ¿Es real?

Atte:

Wen
(leeré más de tus publicaciones)