Escojale y Lea

lunes, 28 de julio de 2014

Distancia y tiempo

Dedicado para 
M. F. P. C.

Por muchos años se ha dicho que del odio al amor hay un solo paso, mínimo o máximo no me importa, siempre y cuando me hubiese dado cuenta en tiempo y forma, ahora han pasado siete años desde la última vez que la vi y estamos separados por cuatrocientos kilómetros de distancia, recuerdo que todo empezó en esa transición de la primaria a la secundaria, cuando a todos se les empieza a alborotar la hormona y comienzan las dudas sobre que carrera vas a estudiar y de qué demonios vas a vivir, pero es ese momento la verdad eso no me importaba en absoluto solo quería terminar bien la secundaria y con buenas notas (agregase aquí risa irónica y sarcástica), la verdad que yo nunca he sido uno de los alumnos más aplicados y con mejores notas de todos los tiempos pero me gusta dar mi “luchita” para que digan que no soy tan “zopenco”, bueno por un lado están las notas, por otro lados los amigos y por otro lado ella.

En ese entonces tenía los dientes más salidos que Díaz Ordaz y un corte de cabello que terminaba en forma de picos, aunque al final del día termina con el cabello despeinado y era una copia barata de un peinado tipo Beatle, ese era el yo de ese entonces. Ella era una de las más aplicadas del salón, siempre perfumada, con el uniforme bien planchado y su hermoso cabello que terminaba en caireles, la verdad que a mí no me gustaba para nada ella y supongo o quiero creo creer que yo tampoco a ella, pero eso si cuando se trataba de debatir en clase o llevarnos la contaría éramos los ideales; no permitíamos que uno se llevara los puntos por un debate siempre entre los dos tratábamos de pelarnos a muerte por un mísero punto de la calificación (que por cierto no ayudaba en la calificación global) pero ese era el gusto llevarnos la contraria. 

-Tú y Matilde parecen esposos en etapa de divorcio- me comento un gran amigo que ahora es uno de los mejores violinistas del pueblo ­-nunca se cansan de llevarse la contraría, la verdad no vemos la hora que que tú y ella se callen las bocas- la mera verdad es que en clase nunca hablaba tanto hasta que llegaba la hora de debatir en clase con ella.

A todo rato nos gustaba llevarnos la contaría o pelearnos por cualquier cosa insignificante una de las primeras peleas registradas fue cuando un compañero había anotado un gol que no le había sido contado, ella empezó que si había sido gol y yo empecé a decir que no, entre que son peras o son manzanas terminamos más disgustados y en ese entonces me hizo la mayor falta de respeto que pueda haber: me saco la lengua y yo le saque la lengua a ella, al final termine dije no fue gol y para empezar no me gusta el futbol ¿Qué hago aquí, sepa Dios? 

Cuando sucedió el segundo roce, fue el que definió que teníamos que ser enemigos de por vida. 

– Tú no tienes papá y yo lo sé- me dijo en un tono de burla.
– ¡Yo si tengo papá y viene a la escuela por mi!- le grité. 
– Eso es mentira ¡tú ni tienes papá!
– Si tengo papá y te lo voy a demostrar para que veas que mi papá me quiere más que el tuyo. 
– ¡Ya cállate! 
– ¡Tú cállate chismosa entrometida! 

A partir de esto mi vida se fue al caño, cada vez que podía hacerme quedar mal lo hacía, hubo dos veces que me quise declararme a una niña que me gustaba pero ella, llegaba y le avisaba antes y desde que llegaba a decirle “Hola” ya me gritaban “¡No quiero ser tu novia!” yo asustado blanco del susto y la impresión solo me ponía a llorar porque no sabía lo que pasaba, hasta que un día me dijeron lo que había hecho y espere con paciencia mi venganza, un día muy bonito llego uno de mis amigos corriendo hasta donde acostumbraba a comer mi torta de quesillo. - ¡A Matilde le gusta Manuel y se le ve a declarar hoy a la salida!- deje de comer mi torta y me eche a correr lo más rápido a buscar al tal Manuel, cuando lo encontré estaba jugando futbol.

– Espérame tantito, deja no más término de jugar esta cascarita.
– ¡Manuel es algo importante, voy a salvar tu vida!
– ¡Éntrale a jugar y aquí me cuentas! 

Solo me lo quede viendo, ¿yo jugar futbol, para vengarme de una mujer? Era tonto, no me gustaba el futbol y sobre todo no sabía cómo jugar; pero los dioses de la venganza me llamaban a cumplir con mi deber, me quite el suéter y me metí a jugar, rezando de no cometer alguna tontería en el juego.

– Dime que me ibas a decir.
– No creas que soy chismoso, pero te vine a alertar…
– ¿De qué?- me respondió todo asustado.
– Pero no le vayas a decir a nadie ¿va? 
– Por esta que no le digo a nadie.
– Matilde se te va a declarar a la salida.

Manuel se quedo parado a mitad de la cancha, pálido y sudoroso, para crear una mejor escena solo le hizo falta música instrumental, Manuel volteo a verme y volteo a ver donde estaba sentada Matilde, se le salían los ojos de la impresión, pero todo termino cuando Raúl pateo el balón que fue a dar a la cabeza de Manuel y que termino desmayado del golpe.

No quise quedarme en la enfermería a donde la habíamos llevado cargando, me entere al día siguiente que Matilde se había quedado cuidándolo y que cuando Manuel despertó le grito: “¡No, no quiero ser tu novio!”, la venganza había concluido pero no me sentía bien por lo que acababa de hacer, nunca me imagina que podía hacer que alguien quedara tumbado de un pelotazo por mi culpa, me sentía fatal por el pobre Manuel. 



Cuando pasamos al segundo año de la secundaría, todo había cambiado, varios compañeros se habían ido de la escuela entre ellos Manuel, ya no habían debates, ya no habían juegos, ahora todos se preocupaban por tener celular, los hombre nos preocupábamos por tener nuestro primer beso y las mujeres por tener más maquillaje y más busto, de un año para otro todo estaba bien cambiado, yo empecé a tomar clases de piano por ese entonces y Matilde comenzó a diseñar ropa, hasta que un día volvió la chispa de la competitividad, pues llego un concurso de cuento a la escuela y me inscribí y también ella ¿por qué? La verdad no sé, pero éramos los únicos en el concurso; el maestro de español nos ayudo a corregir nuestros textos y a mejorarlos, sin embargo ninguno de los dos gano el concurso, pero Matilde y yo nos empezamos a llevar bien.

En uno de los tradicionales convivios de navidad, las mujeres de mi salón llevaron labial rojo y al grito de: “¡Hombre que atrapemos, hombre al que besamos!” todos los hombres corrimos a escondernos, con mis mejores amigos nos escondimos en un salón, y desde ahí pudimos ver como nuestros compañeros caían en la batalla, muchos eran acorralados y después entre cuatro mujeres se los llevaban al salón y de ahí ya no salían, uno de mis amigos salió para ver si el terreno estaba desierto, cuando nos hizo un ademán de que era seguro cuatro compañeras lo agarraron prisionero y solo vimos como se abría la puerta del salón y vimos como Marcos desaparecía entre la puerta, los pocos que quedábamos decidimos realizar un ataque al salón para liberar a los caídos, el plan era simple teníamos una bomba apestosa que tenía que ser aventada por la ventana y al explotar las mujeres saldrían corriendo.

Cuando teníamos todo preparado y estábamos listos para el ataque, las mujeres nos habían rodeado y por ende habíamos caído prisioneros todos, el único que pudo hacer algo fue Luis que si puedo echarse a correr y salvar su pellejo, los demás fuimos conducidos al salón, cuando vimos a los demás compañeros con el labial rojo marcado en toda la cara y en los labios, muchos quisieron echarse a correr pero en vano, cuando estábamos a punto de ser “ejecutados” Matilde se paro delante de mí.

– A este llévenmelo al cuarto de los libros.

Las mujeres le obedecieron y me llevaron agarro de ambas manos, solo mire a mi amigo que ahora es violinista y en su mirada me dio la bendición, antes de que cerraran la puerta pude ver a las mujeres ponerse el labial y besar a mis compañeros y a mi amigo, ellos ya habían caído y ya habían tenido su primer beso ¿pero que hacía yo en el cuarto de los libros atrapado? Después de haber pasado cinco minutos de estar encerrado ahí, entro Matilde y se me quedo viendo, yo al principio asustado porque creía que no me iba a dar un beso, si no una buena bofetada por las maldades que le había hecho, que equivocado estaba.

– A ti te mande a traer aquí porque me gusta ser discreta… me compre este labial pensando en ti y estos labios son tuyos– se puso un labial rojo con olor a manzana y seguido se me fue acercando hasta que me dio el beso, mi primer beso.

Todo las maldades que nos habíamos hecho, todas las bromas, llevarnos la contaría había hecho que entre nosotros dos se formara algo que no pensábamos que llegara a ser posible, nadie se entero lo que había pasado adentro del cuarto de los libros, desde ese evento Matilde y yo nos empezamos a llevar mejor, me soltaba un beso de vez en cuando y yo solo me dejaba querer, hasta que un día me tuve que salir de la escuela por motivos del trabajo de mi papá, nunca tuve el tiempo de decirle lo que significaba para mí, pero espero que aquella batalla de pelotas inflables donde estaban mis mejores amigos y ella, haya significado algo y que aún lo recuerde. 

(28/vii/14)